2 de mayo de 2016

Casa de Prat

Arturo Prat
"Santiago
20 de Mayo de 1885.

La casa de Arturo Prat.
—Las líneas que principiamos a escribir se publicarán el día 21 de Mayo, aniversario del hecho mas glorioso acaso de la historia de la humanidad.

La Unión, en homenaje a los héroes, aparece de gala, trata de recordarlos en todas sus columnas. 

Quisiéramos, hablar aquí de la inmortal acción de Arturo Prat; pero las palabras se resisten, impotentes, a· tomar el valor que el corazón pretende darles, y parecen vanos sonidos, insuficientes para esprimir tan alto hecho.

Pero ya que no podemos acometer esta empresa, de alguna manera deseamos recordar al héroe de Iquique en los humildes párrafos de la correspondencia de Santiago.

Por natural propensión del corazón humano, cuando muere una persona querida, tenemos particular afección a cuanto le perteneció. Todo, hasta los mas insignificantes objetos suyos, son un recuerdo vivo que hace latir el corazón con redoblado afecto.

Arturo Prat; en su niñez, cuando se educaba en un colejio de Santiago, vivió en una casa que aún se conserva, perteneciente entonces a su madre la señora Chacón.

Vayamos a visitar esa casa: las paredes que abrigaron al héroe de Iquique despertarán con nueva fuerza en nosotros el recuerdo de su gloria.

La casa fué vendida por la señora Chacón a don Cayetano Vieytes, quien ningún cambio hizo en el edificio. El señor Vieytes la vendió catorce años ha, mas o menos, a su actual propietario don Márcos Ortíz, quien ha efectuado en ella algunos cambios, de no mucha importancia, como más adelante  se verá: de suerte que con escasas noticias podremos representarnos la casa que albergó Prat tal y como entonces era:

Penetremos en la calle que para recordación del héroe lleva su glorioso nombre. A eso de cuadra y media de camino, daremos con una casa de humildísima apariencia. De poco frente, baja de construcción, como las casas antiguas de paredes enlucidas con tierra arcillosa. A un lado de la puerta de la calle, vese una ventana, vieja ya, como casi todo el edificio, y al otro, una puerta con un escaparate de vidrios, parte de la casa recién pintada y mas nueva. Sobre el dintel de esta puerta mírase un letrero —el nombre de una tienda de jéneros—que dice así:

20 LA ARTURO PRAT 20

(Núm. 20 tiene la casa de Arturo Prat)

Si al mirar la fachada del humilde edificio, siente uno el corazón dulcemente conmovido, llena la memoria de altos recuerdos, también experimenta cierto amargo desencanto por la injusticia del pueblo que, debiendo a su héroe la acción mas gloriosa de su historia, no tiene en la casa que durante algún tiempo albergó su preciosísima existencia, sino el letrero de una tienda que lo recuerde.


¡Vosotros, chilenos de corazón agradecido, cuando queráis recordar a Prat el grande; id a su casa, allí os ofrecerán acaso... jéneros de buena calidad!

Se dijo que la Municipalidad iba a comprar este edificiο y dos contiguos para establecer en ellos una grande escuela. Pero este pensamiento de patriota y agradecido, de cierto, no tendrá nunca cumplimiento.

Entremos en lo interior de la casa. El zaguán es ancho, empedrado, el primer patio, pequeño, rodeado de crujías de piezas y una orilla angostísima de piedras y ladrillos. Las murallas están enlucidas con tierra de color azul. Las puertas, viejas, mal construidas, son las mismas cuyos umbrales tantas veces atravesó el Niño-Héroe; las ventanas son las mismas cuyos marcos sirvieron de cuadro al rostro de Prat. No nos cansemos de andar por el patio y el zaguan, en los cuales, si bien los años han borrado las huellas de los pies del heroico niño, el recuerdo y la imajinación las contemplan, frescas todavía, cuando aquí, allí, en todas partes, las dejaba numerosísimas en sus juegos infantiles.

El primer patio ha cambiado algo: no es el mismo que, mudo, contemplaba al niño Arturo. Entónces era mucho mas grande, porque en el lado derecho no había la crujía de cuartos que ahora vemos, ni estaban todavía las piezas que ocupa la tienda, lugar donde existía una cochera. También ha desaparecido un naranjito que había en medio del patio.

Otro cambio se ha verificado ademas, en la mansión del héroe. En la mitad de las piezas que limitan el patio por el frente, había un pasadizo, que ahora se ha deshecho para agrandar las salas de recibo del actúa propietario.

Después de pasar un momento en la muda contemplación de aquellas paredes, golpeémos para adquirir algunas noticias, de nimia importancia para extranjeros, sin duda, de inapreciable trascendencia para nosotros los chilenos. En tanto que aguardamos, pasemos la vista una y otra vez por el edificio, como para arrancar de él algunos secretos, esperando tal vez que sus piedras y barro cobren elocuente voz para contarnos mil pormenores interesantísimos de la vida del niño Prat.

Se siente rumor de pasos; volveremos en el acto la cabeza, pasando acaso por la imajinación la idea de que ante nosotros se iba a presentar el Niño-Héroe.

—¿Qué buscáis?— nos pregunta una sirviente.

—A... buscamos a... al dueño de casa. Entramos en la sala de recibo. Es la misma en que anduvo el niño Prat. En una pared de la sala vemos colocado un retrato a lápiz del héroe, pero cuando ya vestía el uniforme de capitán de corbeta. Hubiéramos querido hallar allí la imájen de un niño, del niño que había de convertirse en héroe.

Pasemos la vista por la sala y la otra contigua: viejas ámbas, bajos los tochos, todo declara el tiempo que tienen y que la mano del hombre, impía a las veces, no ha hecho reparaciones en los muros que, admirados, contemplaron a Prat.

En nuestra visita de corresponsales, preguntamos nosotros con solicitud al dueño de casa, qué noticias podía darnos del niño Prat. Ninguna; sólo las referentes a la casa.

Hubiéramos querido saber, para visitarlo, el cuarto en que durmió Prat los sueños dorados de la niñez, el lugar que ocupó el lecho en que descansaba. Pero, ¡ai! que el olvido no nos concedió esta dulce satisfacción. Y, además ¿quién podría conocer estos pormenores y recordarlos? Solo una madre; y la de Prat ya no existe.

Nada nuevo pudimos, averiguar. Al cabo de un momento nos levantamos. Al despedirnos procuramos avanzar con una mirada aquellas estancias. Pasando por una puerta entreabierta, dirijimos con afán la vista al segundo patio, ocupado en casi toda su extensión por un parralito.

Nada en él ha cambiado desde el tiempo que habitó Prat aquella casa. Atravesamos el patio, mirando a todas partes, cruzamos el zaguán, y nos hallamos en la calle.

Antes de alejarnos, a algunos metros de distancia, dirijimos una postrer mirada a la humildísima casa, procurando gravar en la memoria para siempre, como en una prueba fotográfica, todos los pormenores de la habitación del Niño-Héroe."


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Texto publicado en el diario "La Unión" de Valparaíso, año 1, número 99, jueves 21 de mayo de 1885.

Saludos
Jonatan Saona

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