28 de octubre de 2014

Protocolo 25 octubre

Antnio Arenas
PROTOCOLO NÚM. 2.

A bordo de la corbeta norte-americana Lackawanna, en la bahía de Arica, a los 25 días del mes de Octubre del año de 1880, reunidos todos los Plenipotenciarios, a saber:

Por parte de Chile, los Excmos. señores José Francisco Vergara, Secretario de Estado en los departamentos de Guerra i Marina, Eulojio Altamirano i Eusebio Lillo;

Por parte de Bolivia, los Excmos. señores Mariano Baptista i Juan Crisóstomo Carrillo;

Por parte del Perú, los Excmos. señores Antonio Arenas i Aurelio García i García;

En presencia de los representantes de los Estados Unidos de Norte-América:
Excmo. señor Thomas Osborn, acreditado cerca del Gobierno de Chile;
Excmo. señor Isaac P. Christiancy, acreditado cerca del Gobierno del Perú; i
Excmo. señor Carlos Adams, acreditado cerca del Gobierno de Bolivia.

Se declaró abierta la sesión a la 1 P. M., fué leída i aprobada el acta de la anterior.
El Excmo. señor Osborn consultó la forma en que debía firmarse el acta, i se acordó que la suscribiesen todos los Plenipotenciarios i los tres Representantes de los Estados Unidos. En consecuencia procedieron a firmar cuatro ejemplares, de los cuales uno quedó en la Secretaría de los Excmos. Ministros mediadores, otro se destinó a Bolivia, el tercero para Chile i el restante para el Perú.

A continuación, el Excmo, señor Arenas espresó que los Representantes del Perú habian estudiado detenidamente el documento presentado por el Excmo. señor Altamirano, en el cual propone a nombre de su Gobierno las condiciones bajo las cuales puede obtenerse la paz; Que prescindía de las palabras que sirven de título a ese documento, porque aunque alguna de ellas aparece inconveniente, cree que ha sido empleada sin un designio preconcebido; 
que tampoco hará mención de los motivos que han producido la guerra, ni de las razones que se han aducido para justificarla, porque una discusión sobre estos puntos seria estéril en la actualidad i alejaría los espíritus de la rejion serena en que debe tratarse la grave cuestión que ha dado lugar a la Conferencia.

Espresó el Excmo. señor Arenas que en cuanto a las bases presentadas por el Excmo. Plenipotenciario de Chile, le han causado una penosa impresión, porque cierran las puertas a toda discusión razonada i tranquila; que la primera de ellas, especialmente, es un obstáculo tan insuperable en el camino de las negociaciones pacíficas, que equivale a una intimación para no pasar adelante: que Chile ha obtenido ventajas en la presente guerra, ocupando militarmente, a consecuencia de ella, algunos territorios del Perú i Bolivia sobre los cuales jamás alegó derecho de su parte; pero habiéndolos ocupado después de varios combates, hoi cree haberse convertido en dueño de ellos, i que su ocupación militar es un título de dominio; que tal doctrina fué ciertamente sostenida en otros tiempos i en lejanas rejiones, pero en la América española no ha sido invocada desde la independencia hasta el día, por haberla considerado incompatible con las bases tutelares de las instituciones republicanas, porque caducó bajo la acción poderosa del actual sistema político i porque es peligroso en sumo grado para las repúblicas sud americanas.

Pasando de estas consideraciones jenerales, que se refieren a los intereses i al reposo de los estados de esta parto de la América, examina S. E., con relación al Perú, la primera de las bases de paz formuladas por Chile. La República peruana, dice, por sus ideas dominantes, por los principios que profesa i por los sentimientos que animan a todas sus clases sociales, es incapaz de consentir en que se le despoje de una parte de su territorio, i menos aun del que constituye en la actualidad la fuente principal de su riqueza; que no desconoce que los estados, por carecer de un juez supremo que decida sus contiendas, regularmente las resuelven en los campos de batalla, exijiendo el vencedor que ha obtenido la victoria definitiva, el cual no existe en la presente guerra, que la parte vencida i sin medios para continuar resistiendo, ceda a las pretensiones que motivaron las hostilidades; que en el Perú están arraigadas estas ideas en la conciencia pública, siendo a la vez las que profesa i respeta la América republicana;
 i que por esto cree que, dadas las actuales condiciones de los belijerantes, una paz que tuviera por base la desmembración territorial i el renacimiento del caduco derecho de conquista, seria una paz imposible, que aunque los Plenipotenciarios peruanos la aceptaran i la ratificase su Gobierno, lo que no es permitido suponer, el sentimiento nacional la rechazaría, i la continuación de la guerra seria inevitable; que si se insiste en la primera base, presentándola como condición indeclinable para llegar a un arreglo, la esperanza de la paz debe perderse por completo, viendo así esterilizados los esfuerzos que se hacen actualmente, i con la perspectiva de nuevas i desastrosas hostilidades para los belijerantes; que, finalmente, los Representantes del Perú deplorarán este resultado, mas que como patriotas, como americanos i como amigos sinceros de la humanidad, sin que sea imputable culpa alguna a ellos i su Gobierno, porque si fracasan las negociaciones será por el influjo de ciertas pasiones que se han inflamado para presentar como necesaria la prosecución de una lucha de esterminio, cuyas consecuencias, sí no se miden hoi, se sufrirán mañana.

El Excmo. señor Altamirano preguntó si alguno de los Representantes de Bolivia tenia a bien agregar algo al discurso del Excmo. señor Arenas, a fin de que su respuesta comprendiese en conjunto las razones aducidas por los aliados.

El Excmo. señor Baptista, hizo presente que prefería oír la respuesta de alguno de los Representantes de Chile al Plenipotenciario del Perú que acaba de hablar, i que después haría la alegación que conviniese a los derechos de Bolivia.

El Excmo. señor Altamirano espone: que no acierta a esplicar la impresión que le ha causado el notable discurso del Excmo. señor Arenas. Es en parte impresión dolorosa, porque después de ese discurso toda esperanza de paz inmediata se ha perdido; pero es también en parte grata, porque, se apresura a declararlo, hai en ese mismo discurso toda la claridad, toda la firmeza, toda la honrada franqueza que debe gastar el hombre de Estado cuando trata del honor i del porvenir de su patria.
Por su parte, agrega el Excmo. señor Altamirano, va también a manifestar la opinión de su Gobierno, perfectamente conforme con la de su pais, i procurará, imitando al Excmo. señor Arenas, espresar esa opinión con perfecta claridad i franqueza.

Ante todo, declara que al redactar la Minuta, ni él ni sus colegas tuvieron el propósito de emplear palabra alguna que pudiera aparecer inconveniente a los Excmos. Representantes del Perú i Bolivia, i pide que so tome nota de esta manifestación. Aquel fué un simple apunte que, según la intención del primer momento, no estaba destinado a figurar entre los documentos de la Conferencia.

Hecha esta declaración, que espera sea aceptada, se ocupará de la cuestión principal, como lo desea el Excmo. señor Baptista; i al hacerlo, no se apartará por consideración alguna del firme propósito de no contribuir a que el debate tome un jiro inconveniente. Persiguiendo este fin, no recordará el oríjen i las causas de esta guerra, ello podria traer recuerdos i recriminaciones dolorosas; pero sí deja constancia de que su Gobierno ha sostenido que no le son imputables los hechos que han puesto en armas a tres naciones que debían ser hermanas i que hoi derraman a torrentes la mas preciosa sangre de sus hijos.

Aceptando la guerra como una necesidad dolorosa, Chile se lanzó a ella sin pensar en los sacrificios que le imponía, i por defender su derecho i el honor de su bandera, ha sacrificado a sus mejores hijos i gastado sin tasa sus tesoros.

En esta situación, su Gobierno ha aceptado con sinceridad la idea de poner término a la guerra, siempre que sea posible llegar a una paz sólida, reparadora de los sacrificios hechos i que permita a Chile volver tranquilo al trabajo, que es su vida.

Su Gobierno cree que para dar a la paz estas condiciones, es indispensable avanzar la línea de frontera, Así procura compensar en parte los grandes sacrificios que el país ha hecho i asegurar la paz del porvenir.

Esta exijencia es para el Gobierno de Chile, para el país i para los Plenipotenciarios que hablan en este momento en su nombre, indeclinable porque es justa.

Los territorios que se estienden al Sur de Camarones deben en su totalidad su desarrollo i su progreso actuales al trabajo chileno i al capital chileno. El desierto ha sido fecundizado con el sudor de los hombres de trabajo, antes de ser regado con la sangre de sus héroes.
Retirar de Camarones la bandera i el poder de Chile, seria un abandono cobarde de millares de conciudadanos i renovar, reagravándola, la antigua e insostenible situación.

El Excmo. señor Altamirano continúa diciendo que no se esplica cómo ha podido afirmar el Excmo. señor Arenas que esta pretensión de Chile choca con los principios aceptados i con las prácticas establecidas. La historia de todas las guerras modernas contradice a S. E., i en América los casos de rectificación de fronteras son numerosos i pertenecen a la historia contemporánea. En la pretendida conquista de Chile solo hai una novedad, i es la de tratarse de territorios que, como lo decía hace un momento, deben lo que son al esfuerzo i al trabajo chilenos.
Lo repito una vez mas: Chile no puede sacar su bandera de esos territorios. Los Plenipotenciarios chilenos no pueden suscribir un Pacto que eso ofreciera, i si lo suscribieran, el Gobierno i el país le negarían su aprobación.

El Excmo. señor Arenas no refutará punto por punto, según espresa, al Excmo. señor Altamirano, porque esa refutación seria estéril, puesto que, a juzgar por el discurso que acaba de escuchar, Chile no ha de ceder de sus pretensiones. Puede haber, sin embargo, a juicio de S.E., un medio que, sin comprometer el porvenir, conduzca a la paz honrosa i permanente; cree que los pueblos de este Continente tienen afinidades sociales i políticas, que los odios nacidos de la lucha del momento no han de ser eternos, i de aquí deduce la necesidad de resolver esta cuestión con altura de miras i abnegación de sentimientos.

El Excmo. señor Christiancy indicó: que así como los Plenipotenciarios chilenos habían sometido a los del Perú i Bolivia ciertas proposiciones, que han sido combatidas en esta Conferencia, acaso podrían éstos presentar a su vez una proposición o serie de proposiciones tendentes, en su concepto, a zanjar la controversia; podría quizas demostrarse por este medio que las diferencias no son tan irreconciliables como aparecen a primera vista, i que puede alcanzarse todavía un resultado que sea a la vez pacífico i favorable.

El Excmo. señor Baptista dijo: Las declaraciones categóricas del Excmo. señor Altamirano parecen cerrar el camino a la discusión. Estimo, por otra parte, la franqueza i cortesía con que ha procedido. Procuraré mantenerme acorde con esa nobleza en las formas i claridad en el fondo de las ideas. Valga mi esposicion, cuando no como otra cosa, al menos como constancia de nuestras opiniones. Ella tendrá dos partes: la una será la espresion colectiva de nuestro voto; i la otra, la apreciación, individual mía. Los Plenipotenciarios de Bolivia nos ha llamos en perfecta conformidad con las esplícitas declaraciones del Excmo. señor Arenas sobre el punto fundamental de adquisición de territorio, llámesele avance, cesión, compensación o conquista; i así pensamos, inspirándonos en el oríjen i desenvolvimiento de la vida política de nuestra América. 
Obedecemos a ese su primer impulso que, hace 50 años, la ha lanzado en una pendiente marcada i hasta ahora incontrastable. Quizá hubo error en no obedecer estrictamente desde un principio la dirección que imponía a nuestros hombres públicos el sentido jenuino del porvenir continental. Hijos de una madre común, refundidos en un mismo elemento de vida, formados con la misma sangre, enlazados por el mismo culto, animados por esa fuerza de la metrópoli, única que salvó en sus decadencias el ayuntamiento; divididos, a lo mas, en secciones locales, parece que la espansion de la vida pública debiera haber sido entre nosotros mas común, mas solidaria i mas unida. Lo mostraba así la tarea sin divisiones, única de nuestra independencia, en que hemos obrado como una sola familia, sin distinción de pabellones, empujados por el Plata, confundidos en Chile, agrupados en una sola fuerza en el Alto i Bajo Perú.

En la hora de liberación parece, pues, que nos debiéramos haber constituido en una grande autonomía, dividida seccionalmente, lejos de romperla con nacionalidades celosas que pudieran llegar a ser hostiles, merced a esas combinaciones artificiales. Así lo sintieron nuestros grandes hombres, i desde luego se esforzaron por volvernos a nuestra primitiva fuente de espansion. Pero trataron de hacerlo desde Bolívar, por via de declaraciones i decretos ineficaces, que no pasaron de ser para nuestra vida real otra cosa que simples aspiraciones.

Pensaron entonces los hombres de previsión que las reacciones deseadas debieran buscarse por otros procedimientos mas prácticos i mas ajustados a esos grandes propósitos. Tratar de unir sucesiva i gradualmente nuestras diversas nacionalidades con el aliciente de sus mutuos intereses, llevarlas a unificar los económicos i los fiscales, avanzar sucesivamente por pactos que nos estrechen mas i mas, fueron el objeto i el deseo de todo pensamiento i de todo sentimiento verdaderamente americanos. Así lo comprendió mi Gobierno i con ese fin trató de desenvolver su política nacional con el Pacto de Alianza que le une al pueblo peruano. Lástima es que lo inesperado i violento de los acontecimientos hubiese falseado el comentario natural i verdadero de ese Tratado. Intrínsecamente considerado, estudiado en su sentido propio, no es otra cosa que un primer acuerdo, una primera base de solidaridad americana. Significa paz en las fronteras, estipulación abierta para que intervinieran todos a satisfacer esta primera necesidad. Se invitó a la República Arjentina, i en los consejos de mi país se creyó entonces mismo mui natural i mui asequible hacer igual invitación a la República chilena. Otro movimiento que se nota en ambas repúblicas, el de Confederación, tiene los mismos móviles i lleva a satisfacer los mismos deseos. Por eso hai en Bolivia dos partidos que por un momento se separaron en la cuestión de método i se acordaron por fin en rechazar toda sección tumultuaria, toda ajitación plebiscitoria i en diferir a la conciencia pública, prudentemente investigada, al criterio de los vecindarios, tranquilamente consultados, el estudio i la aceptación del nuevo proyecto, cuya deliberación debía arrancarse del medio bélico en que estamos colocados i llevársela con despacio i con estudio a su verdadero terreno, que es el de la paz, no pudiendo ser por su propia naturaleza instrumento de guerra, sino prenda de conciliaciones sucesivas. Esto que digo no es una digresión sino un antecedente necesario para la consideración que voi a emitir. Nos hallamos en un momento de crisis que nos lleva a desviarnos de estos precedentes especiales i de esa corriente histórica que debe modelar i caracterizar los rasgos propios de nuestra vida americana. Una gran desviación i única hasta ahora fué la del Paraguai, que ha ofuscado la conciencia política de algunos hombres de Estado. La América no podrá resistir quizá a un segundo i mas estenso ejemplar. Oscilaría en sus caminos de un modo irremediable. No depositemos en su seno una causa perpetua de malestar. No fijemos en las fronteras de sus repúblicas poderes suspicaces i celosos que se estén espiando recíprocamente i absorbiendo para sus ejércitos i sus armadas, aumentados incesantemente, la savia de los pueblos. La espansion propia nuestra, a la que tenemos derecho, es la de la industria, la de la comunicación, la del capital fecundo, en lo que se estenderá mas el pueblo que tenga mas poder. Vencidos i vencedores sufriríamos igualmente con un estado anormal que deja para los unos el sordo trabajo de desquite, i para los otros el esterilizador i costoso de impedirlo. 
El comentario del Excmo. señor Altamirano para fundar la necesidad de su primera proposición quedaría satisfecho con ventaja con la investigación de otro medio que me permito indicar como simple consideración mía personal. Declaro francamente que debe reconocerse i aceptarse los efectos naturales del éxito. En el curso de esta campaña corren las ventajas de parte de Chile. Tomaríamos nuestras resoluciones en la serie i en el sentido de los acontecimientos bélicos ya consumados. Podría, pues, decirse que hai lugar a una indemnización en favor de Chile. Posea como prenda pretoria el territorio adquirido i búsquense medios equitativos que satisfagan con los productos fiscales de ese mismo territorio las obligaciones que pudieran imputársenos. Este procedimiento resguardaría i garantizaría los intereses de todos i se complementaria con otros que asegurasen satisfactoriamente la propiedad i las industrias de Chile.

Estamos en perfecto acuerdo con el Excmo. señor Arenas en reconocer i respetar la intención elevada que ha guiado al Excmo. señor Altamirano en la redacción de sus proposiciones. Con su leal esplicacion desaparece el sentido ambiguo de ciertas frases como aquella de "Condiciones esenciales que exije Chile" que a primera vista parecían oponerse al ingreso en una discusión libre entre los Plenipotenciarios. Repito que no hai lugar a detenerse un momento mas en el accidente.

En resumen, no aceptamos la apropiación del territorio como un simple efecto de la acción bélica, cualquiera que sea el nombre que consagre ese apoderamiento. Pero espero aun que pueda presentarse un terreno de discusión donde tengan cabida los medios conciliatorios.

El Excmo. señor Altamirano espone que se ve obligado a volver a la discusión porque no podía dejar pasar sin observación de su parte lo espuesto por el Excmo. señor Baptista. En su elocuente discurso i defendiendo la política de los gobiernos de su patria, S. E. ha presentado el Tratado que en 1873 unió a Bolivia i el Perú en un propósito común, como una manifestación franca i honrada del empeño que ponía Bolivia en acercar a estos pueblos, por desgracia hoi divididos, i que debían marchar unidos, si recordaran que fué el mismo su oríjen, que juntos hicieron la campaña de su independencia i que es el mismo destino que les reserva el porvenir.

Reconoce, agregó el Excmo. señor Altamirano, que al discurrir sobre el significado i alcance del Tratado de 1873, el Excmo. señor Baptista ha evitado con asombrosa habilidad todos los escollos; pero S. E. le permitirá que sin calificar aquel acto de política internacional i sin recordar cuál fué la intención que llevaba escondida entre sus líneas, alce aquí su protesta i vuelva a repetir con su Gobierno que en ese pacto está la justificación de la actitud de Chile i de sus exijencias. Por lo demás, se asocia con entusiasmo a las nobles i elevadas miras del Excmo. Plenipotenciario de Bolivia, cuando pide para estos países la unión que es la fuerza i en el porvenir la vínica fuente de su grandeza i responsabilidad ante el mundo.

Pero, hablando en presencia de americanos, no necesitan recordar los Representantes de Chile cuál ha sido el empeño de su Gobierno, i cuáles i de qué valor las ofrendas que ha llevado al altar de la unión i de la fraternidad americana; menos necesita hacer esos recuerdos delante de peruanos i bolivianos eminentes, que conocen la historia de su patria, porque son precisamente los que con sus actos han hecho esa historia.

Pueden, pues, descansar tranquilos los Representantes de Chile; no se acusará a su Gobierno, ni a su país de haber hecho política de odios, ni buscado su engrandecimiento en la ruina de los que llamaba hermanos.

Las soluciones de esto asunto no son infinitas. Acaso no hai mas que dos: la indicada por Chile i la que ha tenido a bien sujerir el Excmo. señor Baptista. Si declaró por su parte el Plenipotenciario de Chile en la primera Conferencia que la base propuesta era indeclinable, i lo repite ahora, fué porque su Gobierno considera que la segunda combinación es deficiente e inaceptable. Es bien triste, dice al concluir, tener que resistir a llamamientos como los que acaban de hacernos los Excmos. señores Arenas i Baptista; pero si el adelanto de las fronteras es obstáculo insuperable para la paz, Chile no puede, no debe levantar ese obstáculo.

El Excmo. señor García i García hace presente que no habría pronunciado una sola palabra después de los brillantes conceptos emitidos por sus colegas, los Excmos. señores Arenas i Baptista, que todo lo esplican i abarcan en defensa de los inconmutables derechos del Perú i Bolivia, si ciertas doctrinas que acaba de desarrollar el Excmo. señor Altamirano, no hicieran indispensables una rectificación que el prestijio de la América reclama i que, sacada de sus tradiciones i de su historia, exhibe los sentimientos del Perú i su leal política internacional de todas sus épocas. Procurará al mismo tiempo S. E. desenvolver una idea ya enunciada, ofreciendo así la prenda mas pura del espíritu recto con que han venido a estas conferencias.

Que prestó mucha atención, continúa el Excmo. señor García i García al discurso del Excmo. señor Osborn, cuando en la sesión inaugural dijo: que el Gobierno de los Estados Unidos tenia hacia el mundo ciertas responsabilidades en relación con las repúblicas del Nuevo Continente, emanada de los principios políticos i sistema de gobierno, que con su ejemplo habían implantado aquéllas i que por ninguna causa debían desacreditarse. Estas fraternales declaraciones tienen indudablemente su apoyo en el gran pensamiento lanzado, como notificación a la faz del Universo, por uno de los presidentes mas ilustres de la Union, i llevado a la práctica hasta hoi por todos sus dignos sucesores. "América para los americanos," dijo en ocasión solemne el Presidente Monroe; i al dar vida a esa inmortal sentencia, estableció las bases del nuevo derecho público americano, quo, matando toda esperanza de usurpación, alejó para siempre del nuevo continente a los señores del derecho divino, tan enseñados a la conquista como el medio mas espedito para ensanchar sus territorios.

De aquí que, como la moral i el derecho son unos, lo mismo para el de fuera que para el de casa, los derechos de soberanía territorial en América solamente pueden levantarse del espontáneo consentimiento de los Estados, sancionado por la aprobación de los respectivos pueblos. Si, por desgracia, estas prudentes máximas se violentasen o contrariaran, quedaría entonces esparcido el jérmen de luchas interminables que, a semejanza de las que con harta frecuencia se repiten en el viejo continente, obligarían a cada Estado, como lo ha dicho mui bien el Excmo. señor Baptista, al mantenimiento de esos grandes ejércitos i escuadras, guardianes insaciables de lo que por allá se ha dado en llamar la paz armada o equilibrio europeo, que no es otra cosa que la precaución que cada uno toma para no ser desmembrado o absorbido por su vecino.

De la observancia de tales principios americanos, no hace mérito el Perú, ni han despertado en él por efecto de las contrariedades esperimentadas en la actual lucha. Esa fué su moral invariable cuando provocado a una guerra temeraria en 1858, dominó con su entonces poderosa escuadra toda la costa e islas ecuatorianas, i ocupó con su ejército la floreciente provincia de Guayaquil. Ocasión tentadora habría sido ésta para un ambicioso. Nada mas fácil que posesionarse definitivamente de aquel rico apostadero de carena naval, que tan útil podia ser al Perú; pero antes que su interés, se hallaba el respeto a la integridad territorial de las naciones constituidas al formarse la América republicana; i ya se sabe, recuerda S. E., que después de satisfecho i dejando muchos bienes detrás de sí, salió el Perú de esas playas sin llevar ni muestras de sus arenas.

No le es posible tampoco al Excmo. señor García i García, según lo hace constar, pasar por alto uno de los fundamentos que el Excmo. señor Altamirano alega, como título singular para el dominio que Chile pretende obtener sobre los territorios de Tarapacá. Recuerda que el Excmo. Plenipotenciario de Chile sostuvo que siendo chilena la totalidad de la población de esa provincia, así como fueron chilenos los capitales i brazos que formaron sus industrias, es a ellos a quienes corresponde su posesión territorial. Prescinde S. E. de la estension de totalidad que el Excmo. señor Altamirano ha dado a sus palabras, porque siendo totalmente contrarias a los hechos, no cree que pretenda sostenerla, ni haya abrigado esa intención; no silenciará, sin embargo, la espresion de natural sorpresa que le ha causado oir tan estraño razonamiento a una persona, cuya ilustración i elevada talla política lo hacen una figura americana que siempre se ha complacido en admirar. Pero su sorpresa es mayor aun al contemplar que tales conceptos han sido vertidos en presencia de los tres Excmos. Ministros mediadores, cuyo gran país debe su desarrollo precisamente al capital i brazos estranjeros que dia a día penetran en su suelo.

Con cuánta hilaridad, esclama, no seria mirada en los círculos políticos de Washington la pretensión que enunciara el Príncipe de Bismark para anexar al imperio germánico algunos de los nuevos estados del Oeste cuya base de población es alemana, o que S. M. la, Reina Victoria intentara con parecidos títulos, apropiarse de Nueva York que cuenta en su seno con una gran masa de irlandeses.

Traídos a la memoria los principios políticos de que ha hablado lijeramente i que son el único fundamento estable de la paz en América; hecha la mención histórica que acaba de recordar, i a la cual no acompaña otros datos de la misma índole por no estenderse demasiado, agrega que aplaude la rectitud de miras en que, como no ha podido dejar de suceder, abunda el Excmo. señor Baptista; pero, juzgando indispensable dar a esas ideas una forma, por decirlo así, tanjiblo, que lleve a los hombres desapasionados que contemplan a estas repúblicas el convencimiento de nuestra buena fe, que satisfaga el decoro común, i oculte las exajeraciones que surjen en los respectivos países, propone: que todos los puntos de esas diferencias, a que el Excmo. señor Baptista ha hecho alusión, i que se precisan en discusiones posteriores, sean sometidos al fallo arbitral e inapelable del Gobierno de los Estados Unidos de la América del Norte; pues a ese gran papel lo llama su alta moralidad, su posesión en el Continente, i el espíritu de concordia que revela por igual a favor de todos los países beligerantes aquí representados.

El Excmo. señor Arenas agrega, por su parte, apoyando al Excmo. señor García i García, que el arbitraje que propone es la solución mas práctica i decorosa a que puede llegarse, saliendo por este medio del sendero tortuoso en que han sido colocados estos países con motivo de la guerra; suplica una vez mas a los Excmos. señores Representantes de Chile que piensen i mediten sobre las funestas
consecuencias de una determinación contraria.

El Excmo. señor Vergara: no entra en su propósito, al hacer uso de la palabra, seguir al Excmo. señor García i García en las diversas consideraciones que ha espuesto en el discurso que se acaba de oir. Esto lo juzga enteramente innecesario, atendidos los términos en que está planteada la discusión. Solo se ocupará de la proposición de arbitraje que se presenta al debate, para declarar perentoriamente, en nombre de su Gobierno i de sus colegas, que no la acepta en ninguna forma.

Chile ha profesado siempre una decidida predilección por este racional i equitativo procedimiento para resolver las cuestiones internacionales, tanto por considerarlo como el mas conforme con las tendencias de la civilización moderna, cuanto porque es el que mas conviene a sus propias tendencias. Testimonio de ello ha dado en todos sus desacuerdos con otras naciones i mui especialmente en la cuestión que ha traído la presente guerra. Antes de empuñar sus armas i de apelar a la fuerza, propuso reiteradas voces que se entregara a un arbitro la decisión de la desavenencia. Su voz no fué oída, i mui a su pesar se vio arrastrado a la guerra. 

Lanzado Chile en esta via, que le ha impuesto enormes esfuerzos i sacrificios, ha conseguido colocarse con los triunfos repetidos de sus armas en la ventajosa posición que le permite exijir una paz que le garantice el porvenir i le compense los daños que ha recibido i los sacrificios que se ha impuesto. Así como ha corrido todos los riesgos de la guerra, esponiéndose a las desastrosas consecuencias de ios reveses de la forturna, así también debe aprovechar su incuestionable derecho para hacer valer las ventajas que le dan la prosperidad de los sucesos. 

Chile busca una paz estable, que consulte sus intereses presentes i futuros, que esté a la medida de los elementos i poder con que cuenta para obtenerla, de los trabajos ejecutados i de las fundadas esperanzas nacionales. Esa paz la negociará directamente con sus adversarios cuando éstos acepten las condiciones que estime necesarias a su seguridad, i no hai motivo ninguno que lo obligara a entregar a otras manos, por mui honorables i seguras que sean, la decisión de sus destinos. Por estas razones, declara que rechaza el arbitraje propuesto.

El Excmo, señor Lillo no habia pensado tomar parte con su palabra en esta solemne Conferencia; pero la proposición de arbitraje introducida por el Excmo. señor García i García, le obliga a faltar a su propósito. Cree de su deber asociarse de lleno al rechazo que de esa proposición ha hecho ya su Honorable colega el señor Vergara.

Acepta i comprende el arbitraje cuando se trata de evitar una guerra, i es ese el camino mas digno, mas elevado, mas en armonía con los principios de civilización i de fraternidad que deben tomar los pueblos cultos, principalmente los que por sus antecedentes i sus estrechas relaciones forman una sola familia; pero el arbitraje tuvo una hora oportuna, i esa, por desgracia, ha pasado para las negociaciones de paz que hoi nos ocupan.

El arbitraje después de la lucha i después de la victoria no puede ser una solución aceptable para Chile. ¿Qué iria a pedir al arbitro? ¿Que estimase los sacrificios hechos por Chile en una guerra a que fué provocado? ¿que pusiese el precio a la sangre de sus hijos? ¿que calculase las indemnizaciones debidas a sus esfuerzos? ¿que fuese a prever todo lo que necesita en el porvenir para no encontrarse en la dolorosa situación de tener otra vez que tomar las armas en defensa de su tranquilidad i de sus
derechos? Soluciones semejantes después de victorias costosas i sangrientas, solo puede i debe darlas la nación que ha consumado con fortuna tan grandes sacrificios.

Se ha invocado por algunos de los Excmos. Plenipotenciarios de Bolivia la fraternidad americana i la necesidad de no hacer figurar en la solución de esta contienda antecedentes que pudieran establecer en el derecho público de estos países la idea de conquista. Como el que mas, acepta i aplaude las ideas de fraternidad invocadas; pero la guerra será mas difícil en el porvenir a medida que los sacrificios que ella imponga sean mayores para los que intenten provocarla.

Chile ni quiere ni consentirá jamás en establecer el derecho de conquista; lo que pide es la justa compensación de sus esfuerzos en esta fatal contienda; es la protección de poblaciones escencialmente chilenas, que no aceptarían el hecho de verse abandonadas cuando hoi viven i se desarrollan al amparo de su bandera.

Las cesiones de territorio después de grandes ventajas obtenidas en la guerra, son un hecho que se ha reproducido con frecuencia en los tiempos modernos i en la América republicana.

Las naciones que así obraron no han tenido por qué arrepentirse, puesto que buscando justa compensación de sus esfuerzos, llevaron el progreso i la riqueza a las rejiones que les fueron cedidas.

El arbitraje, i el arbitraje en manos de la Gran Nación que es modelo de las instituciones republicanas, seria siempre aceptado por Chile con popular aplauso; pero pasó el momento oportuno i en estas circunstancias el consentirlo seria para su país un acto de vacilación i de debilidad que nadie podría ya aceptar.

Comprende que pudiera tomarse en cuenta la solución indicada por el Excmo. señor Baptista. Según ella, Chile fijaría su indemnización de guerra i sus condiciones, conservando los territorios que ocupan sus armas en el Perú, como prenda, mientras obtenía la satisfacción de sus exijencias.

Comprende, repite, esa solución; pero no es ella la que les imponen las instrucciones de su Gobierno, i aunque personalmente juzgue atendibles esas indicaciones, tiene que mantenerse en el límite de las instrucciones recibidas.

El Excmo. señor Carrillo: Las graves i terminantes declaraciones que se han hecho sobre la principal de las proposiciones presentadas, dejan casi estinguida la esperanza de una solución pacífica. Sin embargo, es tan grande la idea, tan grande el interés de las cuestiones sometidas a los acuerdos de esta respetable Asamblea de Plenipotenciarios, que considero indispensable ver si es posible aun encontrar una fórmula de solución asequible, que si no fuese aceptada inmediatamente por ser inconciliable con las instrucciones recibidas, podría ser consultada por los Excmos. Plenipotenciarios a sus respectivos gobiernos.

Acaba de proponerse el arbitraje i en este medio altamente conciliatorio puede hallarse la solución de la paz.

No podemos desconocer que las deliberaciones de la presente Asamblea llaman en estos momentos la atención del mundo civilizado. En ella se va a decidir no solamente de la suerte i porvenir de tres repúblicas, sino también de los grandes intereses de la América: van a formularse las prácticas del nuevo derecho público sud-americano, que por lo especial de sus condiciones no puede menos que separarse de las doctrinas europeas. Allí las tradiciones de predominio, la diversidad i la tendencia de raza a su unificación establecen la lucha permanente entre el pasado i el progreso. La Europa se halla todavía, a pesar de sus nobles aspiraciones, contenida en un círculo de fierro del que no se desembarazará. Entretanto, la América, formada de pueblos nacidos a la vida política por sus comunes esfuerzos, i establecidos bajo las mismas instituciones, no tiene otra tradición que el haber luchado contra la conquista i las dominaciones de la fuerza de que se ha apartado para siempre, Las guerras de preponderancia no tienen razón en ella i hasta las prácticas de la guerra tienen que ser menos desastrosas i crueles.

Así los desacuerdos internacionales, por graves que sean entre pueblos ligados estrechamente por su oríjen i su común destino, deben con preferencia zanjarse por medios conciliatorios, como el arbitraje propuesto. El arbitraje, Excmos. señores, como solución honrosa es la suprema aspiración de las naciones i no hai cuestión delicada i difícil que no pueda llegar por este medio a la solución mas satisfactoria.

La única objeción que se ha propuesto contra el arbitraje consiste en que, en concepto del Excmo. señor Lillo, la República de Chile no puede permitir que la sangre de sus hijos i sus sacrificios sean tasados por un tercero. No hallo bastante solidez en este razonamiento. La palabra misma empleada, tasar la sangre, no es a mi juicio la mas propia. El juez arbitro en su alta imparcialidad apreciará las exijencias de la República de Chile en atención a sus sacrificios, a la sangre derramada i a las ventajas obtenidas hasta aquí en su acción bélica. Siestas exijencias son justas, si la sangre derramada confiere derechos a un belijerante para alcanzar concesiones, si la seguridad de la paz demanda sacrificios de los otros estados hasta la modificación de sus fronteras internacionales i si todo esto es conforme con los derechos de la guerra, la potencia amiga constituida por la común confianza en Tribunal Arbitral, lo decidirá así; su resolución consultará lo mas equitativo i lo mas conveniente al restablecimiento de una paz duradera.
Si este precedente es digno para todos, no hai razón para dudar que el juez arbitro consideraría los intereses de Chile en el estado en que actualmente se halla la guerra. Esta decisión vendría de las altas rejiones de la imparcialidad, seria la palabra serena, emanada de la justicia i traería consigo la conciliación i la verdadera paz, demasiado honrosa para Chile i aceptable sin humillación para las otras repúblicas.

Si el arbitraje fuese adverso a los intereses de Bolivia i del Perú, si por este medio se declarase la necesidad de concesiones territoriales, las repúblicas aliadas, aun en ese caso, se resignarían a ello en respeto a esta suprema justicia de las naciones.

Por primera vez i después de una guerra de mas de un año, demasiado prolongada para repúblicas nuevas que sacrifican su población i sus recursos, se ha invocado por una nación americana la voz de la razón, en lugar de la fuerza, para resolver la cuestión del Pacífico. El único medio que queda es el arbitraje; con él pueden salvarse los intereses americanos i las instituciones republicanas.

Del fondo de la Europa, donde frecuentemente cambian las fronteras internacionales en contradicción a los progresos del derecho, donde una raza o una potencia domina hoi a la otra para ser perturbada a su vez mañana; desde allí, las mas altas intelijencías, los pensadores mas notables ven a la América como la verdadera patria del derecho, de la igualdad i de la fraternidad de los pueblos. Desde aquel continente viene la inmensa luz del progreso i de la justicia a realizarse sin obstáculo en la América.

La República de Chile, que ha alcanzado antes que las demás un progreso notable, i que por lo mismo está llamada a ponerse al frente de este movimiento, ¿introduciría en la política americana las prácticas que en la Europa se imponen por razones adversas al progreso? 

Recuerdo otro argumento opuesto al arbitraje: "que solo pudo ser aceptado antes de la guerra." El arbitraje, Excmos. señores, que concilia toda diferencia es aceptable, en mi concepto, al principio de la guerra para cortarla; en el curso de ella para hacer cesar sus estragos, i hasta al fin de la lucha en honra del vencedor que tuviese la alta previsión de dejar la imposición de condiciones al arbitro de una potencia neutral respetable. La victoria asegura entonces sus ventajas i la paz sin el odio del vencido.

Por lo demás, el arbitraje internacional es distinto del que se emplea en cuestiones privadas. En éstas ei juez se limita a resolver sobre la cuestión orijinaria, sin que se alteren sus términos. Los desacuerdos internacionales se aprecian con toda amplitud i según el estado de las partes o de los belijerantes i conforme a los derechos que vienen de la guerra.

La proposición de mi Excmo. colega, el señor Baptista, ha sido espresada como opinión particular; de mi parte la apoyo i me persuado que en obsequio de los grandes intereses internacionales, seria aprobada por el Gobierno de mi patria. Así, la renuevo en esta forma: statu quo de territorio ocupado por las fuerzas de Chile, mientras la decisión del Tribunal Arbitral propuesto sobre todos los desacuerdos. Solución franca i americana.

Al concluir estas palabras, creo oportuno manifestar que cuando se ofreció en Bolivia la respetable mediación del Excmo. Gobierno de los Estados Unidos de América, mi Gobierno i la opinión nacional se persuadieron de que la paz era un hecho, porque esa mediación estaba acompañada de otra palabra: el arbitraje, que significa justicia i honra para todos, sin humillación de nadie. En ese sentido i con una política franca han venido a estas Conferencias los Plenipotenciarios bolivianos.

El Excmo. señor Osborn:—Le parece oportuno, así como a sus colegas, hacer constar aquí que el Gobierno de los Estados Unidos no busca los medios de hacerse arbitro en esta cuestión. El cumplimiento estricto de los deberes inherentes a tal cargo le ocasionaría mucho trabajo i molestia, i aunque no duda que su Gobierno consentiría en asumir el cargo en caso de que le fuese debidamente ofrecido, sin embargo, conviene se entienda distintamente que sus Representantes no solicitan tal deferencia. 

El Excmo. señor Altamirano espone que después del brillante alegato que acaba de hacer el Excmo. señor Carrillo en favor del arbitraje propuesto por el Excmo. señor García i García, tiene que molestar a la Conferencia una vez mas con su palabra.

Resistir a una indicación de arbitraje, negarse a aceptar un juez tan altamente colocado i tan noblemente inspirado como el Gobierno de los Estados Unidos, es mui doloroso para él i sus colegas, i lo será indudablemente para su Gobierno.

Es preciso, pues, dejar bien establecido que el arbitraje es la bandera que Chile ha levantado siempre en sus cuestiones internacionales, i sobre todo, es indispensable recordar que para evitar esta guerra sangrienta ofreció también apelar a los jueces antes que a la espada. Entonces era el momento, i es bien deplorable que no se hubiese aceptado.

Según el Excmo. señor Carrillo, si esta Conferencia terminara aceptando el arbitraje, se daria un dia de gloria a América e inaugurarían para el porvenir una política culta, elevada i noble.

El Excmo. señor Altamirano piensa como S. E., tratándose de levantar el arbitraje a medio único i obligatorio para dirimir diferencias entre naciones; pero si en el caso actual fuera aceptado por los Plenipotenciarios de Chile, serian justamente acusados i justamente condenados en su país como reos de abandono de deberes i casi de traición a los mas claros derechos e intereses de su patria.

Apoya, pues, calorosamente a sus colegas en el rechazo que han hecho de la indicación del Excmo. señor García i García, i con esto dejaría la palabra si no tuviera que dirijir una sola al mismo señor García i García. Rechazando indignado en nombre de la civilización el derecho de conquista invocado por Chile, S. E. ha recordado que el Perú victorioso en Guayaquil se retiró sin llevar ni el polvo de sus arenas i dejando el recuerdo de muchos beneficios.

El señor Altamirano no quiere hacer un curso de historia, porque no quiere contribuir por su parte a que cambie el tono, hasta ahora tranquilo i digno de estas discusiones; pero si lo hiciera, podría encontrar ejemplos de rectificación de fronteras quizá en la misma línea que separa al Perú del Ecuador; pero esto es inútil i a nada conduciría después de las declaraciones hechas.

El Excmo. señor Osborn preguntó si alguna otra persona quería hacer uso de la palabra, i no habiendo ningún señor que usara de ella, indicó que aplazaría la Conferencia para el miércoles 27, a las 12 M., i levantó la sesión a las 4 P. M. 

— J. F. VERGARA.—EÜLOJIO ALTAMIRANO.—EUSEBIO LILLO.
—M. BAPTISTA.—JUAN C. CARRILLO.
—ANTONIO ARENAS.—AURELIO GARCÍA I GARCÍA.
—THOMAS A. OSBORN.—I. P. CHRISTIANCY.—CHARLES ADAMS.
—DOMINGO GANA, Secretario de los Plenipotenciarios de Chile.
— J. AVELINO ARAMATO, Secretario de la Legación boliviana.
—M. N. BALCÁRCEL, Secretario de los Plenipotenciarios del Perú.
—CARLOS S. RAND, Secretary and interpreter of the mediators.



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Saludos
Jonatan Saona

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