28 de septiembre de 2012

Piérola, Ministro

Nicolás de Piérola
Incidentes con Balta (1869)

No era fácil congeniar con Balta. La dureza del cuartel, primero, el largo confinamiento privado más tarde, el éxito y el Gobierno después, habían desarrollado y mantenido en él una tendencia autoritaria y una manera ruda. Cuando Piérola presentó su plan financiero y se preparaban la instrucciones para los comisionados en Europa, que debían buscar afanosamente una operación salvadora, Balta llamó un día al Cajero Fiscal para que le diera algunos datos relativos a la situación hacendaria.

Piérola llegó al Ministerio y se enteró de que el Cajero había sido llamado por el Presidente. Inmediatamente se encaminó al despacho de éste, y encontró allí al funcionario, proporcionando las informaciones. Dirigiéndose con decisión al Presidente le dijo:

-No consiento en que V.E. haga pregunta alguna, relativa a mi despacho, a un subalterno mío.
Y se volvió enérgicamente:
-Señor Cajero Fiscal, dígnese salir.

Balta se contrajo con violencia. Ni como militar ni como mandatario estaba habituado a que se discutieran audazmente sus órdenes. El Cajero Fiscal no supo qué hacer, pero rápidamente Piérola se lo indicó:
-Le he dicho que se retire.

El Presidente estalló y saliendo de su asiento avanzó por un costado de la mesa. Era fuerte y estaba iracundo. Piérola era débil, pero estaba sereno.

Balta, comprendiendo intuitivamente la gravedad política y humana de un acto de fuerza, vaciló. Su hermano Juan Francisco, Ministro de Guerra, que se encontraba en la antesala, entró al oir las voces e increpó a Piérola:
-Señor Ministro, está Ud faltando a la Constitución y a las leyes.
-¡Silencio! Ud no sabe lo que son la Constitución ni las leyes.

Y salió sin despedirse ni volver el rostro, pero no regresó al Ministerio sino que se fue a su casa y anunció que estaba indispuesto. Balta, afanoso de un acto que consagrara su autoridad de mandatario convocó al Gabinete, al que relató lo ocurrido y propuso la destitución del ministro. En el Consejo, las opiniones estuvieron acordes en condenar a éste, pero algunos pensaron que había que pedirle su renuncia y que no debía trascender al público incidente tan desagradable. Fue, principalmente, la opinión de Gálvez y Barrenechea. 
El Presidente, entonces, llamó a don Manuel Atanasio Fuentes (El Murciélago) y consultó su opinión:
-Se va Ud a cortar la cabeza. Usted no conoce a Piérola; se expide el decreto de destitución y lanza un manifiesto al país sobre lo ocurrido y como por desgracia, la causa inicial del altercado le favorece V.E. pierde en el incidente.
-¿Qué debo hacer entonces?
-Nada, dejar las cosas como están.

Con su profunda hombría de bien, Balta comprendió y cedió. Envió un edecán a casa de Piérola para informarse de su "indisposición". Al día siguiente fue personalmente.
-He venido, señor Ministro, a informarme de su salud.
-Agradezco debidamente la atención de Vuestra Excelencia.

Tras un silencio desagradable:
-He venido, también, para decirle que debemos olvidar el deplorable incidente ocurrido y que deseo seguir aprovechando sus buenos servicios.
-Una vez que me sienta restablecido no tendré inconveniente para ello.


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Texto tomado del libro "Don Nicolás de Piérola", de Alberto Ulloa

Saludos
Jonatan Saona

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