13 de octubre de 2011

Lima 1882

Prostitución, mendicidad y delincuencia: Lima, 1882 
Por: Luis Guzmán Palomino.

Sumilla: Se describe aspectos de la vida cotidiana en Lima bajo la ocupación chilena, en especial lo relativo al quehacer de sectores lumpenescos. La documentación proviene del Diario Oficial, que en Lima publicaron los chilenos entre 1882 y 1883, cuya colección se guarda en la Biblioteca Nacional del Perú. 

Un aspecto novedoso en la investigación sobre la guerra del guano y del salitre, se relaciona con lo que ocurrió en la Lima ocupada entre 1881 y 1884. Se cobijaron en ella proditores y felones, disfrutando de la protección chilena. Para ellos la vida volvió a la normalidad: dieron fiestas para confraternizar con los invasores; reanudaron las escandalosas orgías en sus reconstruidos palacetes; continuaron con sus campeonatos de cricket, con sus veladas artísticas de élite y desfiles de modas. Disfrutaron, asimismo, de corridas de toros y de peleas entre mastines y gatos en la plaza de Acho. 

A tanto llegó la frivolidad que Patricio Lynch, jefe del ejército de ocupación, pudo jactarse de tener una corte de cumplidos vasallos peruanos en palacio, no exagerando un ápice al señalar que fue el mejor virrey que tuvo Lima. Cabe recordar además que no pocas familias de la clase dominante peruana optaron por marchar 
a Europa, donde dieron principescas fiestas dilapidando las ganancias obtenidas con los peculados que perpetraron estando al frente del gobierno. 

DELINCUENCIA COMÚN 

Si la minoritaria plutocracia limeña era blanca, buena parte de sus capas populares era mayoritariamente negra. La apatía de éstas, más que secular, se hizo patente con la ocupación, que pareció no incomodarle en lo más mínimo. Así, prosiguieron en los callejones las jaranas de día y de noche. El sector lumpenesco continuó con sus fechorías, llevando su audacia hasta el repetido enfrentamiento con patrullas chilenas, como ocurrió en Malambo.  

El Diario Oficial chileno del 14 de junio de 1882 informaba al respecto:
 “Un cabo herido.- El cabo segundo del batallón Victoria, José Manuel Benavides, se encontraba anteayer en una de las calles del barrio de Malambo. Como a las 2 de la tarde sintió grandes gritos y  algazara en una casa y como guardián del orden público fue a poner las cosas en calma, empleando para  ello palabras justas y corteses. Una partida de peruanos salió a recibirle y sin decirle una palabra uno le disparó un tiro de revólver que le hizo caer en tierra. Los individuos se escaparon y cuando llegó fuerza nuestra en auxilio de Benavides, ya aquellos habían desaparecido. Se llevó la policía a algunas mujeres complicadas en el crimen”. 
Y el 13 de setiembre del mismo año se produjo otro asalto, según dio cuenta el mismo periódico:
“Malhechores.- Anoche, entre nueve y diez, se mandó aprehender por los jefes del batallón Victoria a dos individuos que andaban perturbando con sus escándalos el orden en la calle de Malambo. Cuando se les conducía al cuartel del citado cuerpo, salió de las casas del barrio una partida de más de veinte forajidos que provistos de armas blancas y de fuego atacaron a los soldados que escoltaban a los presos y los obligaron a retirarse al cuartel abandonando a aquéllos, por no tener rifles con qué oponerse a los tiros de los malhechores. Inmediatamente después se mandó al lugar del hecho una fuerza competente que persiguió a éstos en su huída, logrando capturar a algunos que hoy gozan de sombra en los calabozos de la policía, y a quienes se aplicará, por la respectiva autoridad, la pena a que se han hecho acreedores. Con inflexibilidad se logrará escarmentar a los criminales y cortar sus planes para lo sucesivo”. 

EN TRAGOS SE VIVABA A PIÉROLA

La vagancia y el alcoholismo era ya plagas sociales, y según el diario oficial (del sábado 15 de julio de 1882)  la policía se esmeraba en erradicarlas:
“El comandante de policía ha desplegado toda su actividad para desterrar de esta ciudad estas dos plagas sociales que son la raíz de todos los vicios. Nosotros hemos tomado siempre una parte activa en hacer presente a las autoridades la existencia de esas casas; y por eso nos congratula el saber que la autoridad de policía sea tan diligente en el cumplimiento de sus sagrados deberes. Su solicitud para extirpar la vagancia y la embriaguez será el complemento del sistema correccional que se ha propuesto seguir, y que es la aspiración constante de toda gente de orden, moral y trabajadora”. 

Conviene decir que los chilenos consintieron la formación de una policía urbana, que integraron principalmente extranjeros residentes en la capital, los que actuaron como auxiliares de las patrullas chilenas. Nada arredró empero a los viciosos porque las fiestas plenas de excesos prosiguieron sin remedio. Y hasta hubo borrachines que se dieron el gusto de vivar a  Taita Guaranguito, motivando alguna alarma en los chilenos, según notició el Diario Oficial en su edición del 27 de julio de 1882: 
“Anoche,  a las nueve,  una mujer del pueblo se presentó a nosotros y con voz entrecortada nos anunció que en el cercado una gran cantidad de pueblo vivaba a Piérola y se batía con una de nuestras patrullas. Llevados por la curiosidad y por el deseo de ver algo nuevo, nos dirigimos en el acto al sitio de la alarma, y en vez de tiros y de pueblo y de otras cosas vimos a una colección de hombres y mujeres que con las cabezas descompuestas, lanzaban vivas frenéticos a Baco, sin acordarse del señor Piérola”. 
PROSTITUTAS EN EL CENTRO DE LIMA  

Asimismo, proliferaron los antros de prostitución, en las principales calles del centro de Lima, prostitución que la autoridad chilena persiguió fingidamente puesto que la consintió con el ejemplo: según el corresponsal del New York Herald, el general Baquedano convirtió el propio palacio de gobierno en un inmenso burdel. 

El Diario Oficial, publicado por los chilenos, informaba el viernes 14 de julio de 1882: 
Las casas de prostitución se multiplican como por encanto en Lima e invaden ya, en estos días, hasta los barrios más centrales de la culta población. Podríamos citar más de uno de esos burdeles, centros de desmoralización infernal donde se comete todo género de desórdenes, a toda hora del día y de la noche, escandalizando con su modo de ser a las familias honradas y respetables que habitan en ciertas calles que no distan muchas cuadras de la plaza principal; pero nos abstenemos de hacerlo, porque todo lo esperamos de la saludable acción de la policía que, redoblando su celo, se encargará de extirpar esa raza degradada, reprimiendo con brazo de hierro los escándalos que comete”. 
Sólo al día siguiente daba cuenta de una ocurrencia en la que una tapada fue la protagonista: 
“¡Qué ganga!   
Andando por estos mundos de Dios un quidam de los más despreocupados que es posible suponer, encontró anoche una de esas tapadas que son capaces de hacer estornudar al diablo y bailar el pelado a cualquier hijo de madre, la que con voz dulce como almendrado de porotos le dijo : 
- ¿Quiere venir a mi casa? 
Excusado es decir que el mancebo se resbaló como quien cae en la trampa, y se fue con la tapada. 
Llegaron a una casucha de la calle Yaparió, y allí fue la de chuparse los dedos; pues luego que la tapada le pidió plata al tapado y que éste declaró que no tenía ni un chico, ella trató de expulsarlo y él trató de echar raíces. 
Y allí se  habría quedado hasta que llegase a viejo a no ser que la tapada, quitándose la careta pidió auxilio, llamó al guardia y logró que el pobretón fuera a bailar a otra parte”. 

Hasta podría sospecharse en ese suelto literario la autoría de Ricardo Palma, quien por entonces seguía en Lima siempre fiel a Piérola. La presencia de los chilenos no fue óbice para que figurase como redactor del diario oficial. Uno de sus correligionarios, el señor feudal Luis Milón Duarte, principal cómplice del supremo traidor Miguel Iglesias, daría noticia de ello en carta que firmó el 12 de agosto de 1883, uno de cuyos párrafos mencionaba 
el aumento de diarios en Lima, como El Peruano, órgano oficial, cuyo redactor en jefe es el distinguido señor Ricardo Palma, de reputación universal” (véase la Recopilación… de Pascual Ahumada Moreno, Valparaíso, 1890, t. VIII, p. 301). 

ZONA ROJA  CERCA DE LAS NAZARENAS

Respecto a la prostitución que se ejercía cerca al templo de las Nazarenas y barrios adyacentes, el Diario Oficial del 16 de agosto de 1882 informaba: 
“Es muy laudable la actividad que la autoridad de policía ha desplegado para reprimir los abusos y los escándalos que venían cometiendo las mujeres privadas que habitan en los barrios de las Nazarenas, Chillón, Aurora y El Huevo. Sabemos que el señor comandante Lazo las ha notificado para que, dentro de un breve plazo, retiren su domicilio de esas calles tan centrales y que allá, donde vayan a vivir, lo hagan con el mayor orden posible”. 
Las hetairas poco caso harían de tal conminación, por lo cual serían reprimidas de continuo. Al respecto, el lunes 4 de setiembre de 1882 el Diario Oficial daba la siguiente noticia:
“Los vecinos honrados de los barrios de las Nazarenas y Chillón nos encargan de manifestar su reconocimiento al señor Comandante de Policía, por la inquebrantable energía que ha desplegado para desterrar de estas calles a ciertas mujeres de mala vida, que eran la causa de infinitos escándalos y desórdenes que diariamente se cometían, y muy especialmente en las noches, que para ese vecindario han sido todo este tiempo de verdadero tormento. Muy bueno y saludable sería que otro tanto pudiera decirse del comisario del cuartel 5º donde la gente de orden se encuentra hoy en tortura por la mala vecindad de las muchas mujeres perdidas que han ido como una plaga a habitar aquellos barrios”. 

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Fotografía de una "curiosa" tapada, tomada en Lima en 1865
Texto escrito por Luis Guzmán Palomino.

Saludos
Jonatan Saona

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